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domingo, 5 de octubre de 2014

Justicia Ucrónica




Desde lo más alto de la loma se observan atronadoras explosiones acompañadas de objetos incandescentes que surgen de tanques y aviones. La disposición estratégica parece un tablero pero no es ajedrez es la guerra.
El impacto de los obuses transforma a las trincheras, alargadas y rectilíneas, en redondos socavones al tiempo que expulsa a sus moradores desmenuzándolos en innumerables pedazos.
Bonitos colores  azulados, rojos y amarillos, salpicados de marrón terrero crean una imagen dantesca.

Doscientos mil hombres, quinientas veinticinco piezas de artillería, ciento treinta tanques y doscientos aviones comenzaron la partida… pocos, muy pocos volverán.

Un profundo escalofrío recorre mi columna. Extrañamente el final de la batalla no me genera el entusiasmo que esperaba. La última comunicación de la primera línea me informa de la batida en retirada del enemigo, convirtiendo al río Ebro en un gran camposanto de cuerpos y metal. La historia dirá que ha sido la batalla más cruenta de la Guerra Civil, aunque eso no es importante; el futuro inmediato que capitanearé si lo es.

—A la orden de vuecencia, mi General—Un acalorado soldado herido en cara, brazos y piernas se esfuerza por aparentar firmeza en su saludo.
—Descanse muchacho.
—Gracias mi general. Siento interrumpir sus pensamientos pero soy poseedor de un mensaje que cambiará la historia—Sigue tenso y estirado como si las heridas no le afectasen.
—¡Explíquese!—Mi tono ha cambiado. No sé cómo ha llegado hasta mí pero ha debido saltarse a los guardias y…
—No, mi General, los guardias están muertos y usted lo estará en unos minutos.
—¡Es un sueño!, ¡debe ser un sueño!
—No, no es un sueño es la justicia del futuro que regresa al pasado.

Desenfunda y tres detonaciones ya son recuerdo.