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domingo, 18 de octubre de 2015

Bluserpens I. El inicio de las aventuras



Resumen de episodio 0.
En una Sevilla distópica, inundada por el incremento del nivel del mar, gracias al cambio climático se suceden revueltas protagonizadas por los saqueadores y los antimáquinas, estos se asocian y arrasan la ciudad, apoderándose de ella.  Los astilleros son atacados. Nuestros amigos se ven obligados a embarcar en un prototipo de submarino y huir de Sevilla a alta mar.

Bluserpens I. El inicio de las aventuras

I. MUERTE.
La inmensidad del fondo del mar es ahora un cementerio, un camposanto de restos vegetales; de esqueletos estáticos y rígidos.
Marisa recordaba el verde de lo que fue una pradera extensa; ahora, gris uniforme como el fondo donde yace lo que antes tenía vida.
No solo han muerto las posidonias; la guadaña también segó el refugio y el alimento de innumerables especies y, con ello, una parte importante de nuestro sustento. Ésta es una de las muchas consecuencias que ha provocado la alteración del equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
Marisa está de pie frente al gran ventanal panorámico. Su mirada enfocada al infinito acuoso.

La corredera que comunica con el Centro de Control se desliza, casi en silencio, obligándole a recuperarse de su ensimismamiento. Carmen y Justo, acceden a la Sala de Reposo con sus rostros muy serios.
Carmen se adelanta a Justo y habla en tono bajo pero firme.
—Marisa, hemos podido comunicar con algunos supervivientes de la revuelta. Los saqueadores y los antimáquinas se han unido y han atacado todos los puertos desde Huelva a Almería.
—¡Joder! ¿No vamos a poder volver? —A Marisa se le humedecen los ojos mientas habla.
—Me temo que no— Justo emplea la voz más cariñosa que es capaz de articular— Vamos a intentar facilitar alimento a los supervivientes que intentan agruparse en las antiguas instalaciones de los astilleros navales.
—Capitana, —la voz de la IA de la nave interrumpe la charla— recibimos una comunicación de Juana Maldonado.
—Ponla en los altavoces de la sala. —Carmen sonríe recordando a su compañera Juana —¡Hola Juana!
—Hola Carmen y a todos los demás. —la voz de Juana llega acompañada de ligeros jadeos. —Acabamos de recuperar los astilleros, la antigua cárcel, la estación de Santa Justa y el viejo aeropuerto. El acceso al Guadalquivir está controlado por los saqueadores y antimáquinas… no podéis volver. No hay acceso posible.
—¿Y toda la gente que habitaba en la ribera del rio? —Justo se adelanta a los pensamientos de sus compañeros.
—Muertos o unidos a los sublevados —Juana, contesta sin vacilar— Muchos de nuestros compañeros son cadáveres esparcidos por lo que era el puerto. El alcalde y gran parte de la policía han desaparecido. El ejército ha desplegado tanques y tanquetas por toda la ciudad e intenta trasladar a los pocos supervivientes al aeropuerto y a la vieja Santa Justa. ¡Se han apoderado de todo! —grita Juana.
Después de unos segundos de silencio, Juana continúa:
—El ejército está recuperando víveres, concentrándolos en el Aeropuerto. Alrededor de Santa Justa han creado una zona amurallada de un kilómetro de perímetro derribando todas las edificaciones y, en el aeropuerto, están utilizando los hangares como centro de distribución de alimentos. Pretenden crear un corredor protegido entre Santa Justa y el Aeropuerto. —Juana interrumpe su conversación y solloza— ¿Cómo no nos dimos cuenta de esto?…
Una sirena interrumpe la conversación y la comunicación.
Los tres se miran. No hace falta hablar.

II. VIDA.
Félix sigue encerrado en su camarote.
En un primer instante, reaccionó con silencio, sin movimiento; como un objeto; pero dos días después de verse obligado a embarcar y huir de una muerte segura, despertó en la realidad. Su boca vomitaba insultos y, sus puños, cabeza y pies golpeaban todo a su paso. Justo consiguió reducirlo mientras Carmen le inyectaba un calmante.
Ahora despierta desorientado y aturdido. El dolor de cabeza es insoportable. Necesita unos segundos para recordar… —Maldita sea— masculla todavía mareado.
Aún así, no se incorpora ni busca sus imprescindibles gafas. Mira al techo y cierra los ojos.

Vuelve a despertarse, no sabe cuánto tiempo lleva durmiendo pero recuerda todo lo que ha ocurrido. Caen algunas lágrimas de sus ojos y por fin se incorpora. Ha estado durmiendo en el suelo, su único compañero en la habitación. Se levanta. En un rincón del camarote encuentra el resto de su ropa y las gafas.
Una vez vestido aprovecha una pared metálica y pulida para atusarse el pelo y recolocarse la ropa. Nota que su olor corporal no es el adecuado pero no tiene nada con que disimularlo.

Con mucha parsimonia se dirige a la puerta y cuando iba a golpearla, ésta se desliza hacia el lateral derecho hundiéndose en la pared. Justo y Marisa le sonríen y, acto seguido, Félix les lanza un abrazo de disculpa.
—Te hemos estado vigilando a través de las cámaras, nos tenías preocupados, Félix. —La capitana no suelta la esquelética mano mientras le sonríe. —Nos alegra tenerte de vuelta.
Félix no sabe que decir pero su cara muestra mucho más de lo que puede hacer su voz.
Ahora es Justo el que habla.
—Ven con nosotros a la Sala de Reposo, por el camino te contamos como está la situación.

III. FUTURO.
La Sala de Reposo se ha convertido en la sala de reuniones.

Hace unos años las grandes empresas disponían de salas, en la parte más alta de los edificios, dónde los directivos se reunían y planificaban estrategias comerciales. Envueltos en las máximas comodidades y con las mejores vistas de sus dominios, decidían el camino más rentable para sus empresas.
Exactamente así se encontraban los tripulantes del Bluserpens, solo que las vistas de sus dominios eran las imágenes del inmenso fondo estéril.

Carmen, Justo y Félix llegan a la Sala donde les aguardan, Marisa y Gran 21H.
Marisa se abalanza sobre Félix y le estampa dos sonoros besos.
—Me alegra verte, Félix.
—Igualmente Marisa. Me encuentro mejor gracias a ti y a tu inyección. —Félix y sus dos metros de altura empequeñecen, mientras separa a Marisa del embarazoso abrazo.
—Vamos chicos, tomemos asiento en la mesa redonda del centro. —Seria y contundente, Carmen se dirige a la mesa, espera que todos se sienten y prosigue —Delante de cada uno de vosotros tenéis una pequeña ppc (portable personal computer) que os mantendrá informados, en tiempo real, de cualquier novedad que tengamos desde tierra. Justo os detalla las características. Adelante Justo.
—Gracias Capitana —Justo da solemnidad a la palabra “Capitana”. —Las pequeñas ppc deberán estar adheridas a vuestro cuerpo, os recomiendo la parte inferior de vuestro antebrazo. No solo servirán como panel informativo también las aprovecharemos como intercomunicador entre nosotros y sobretodo con 21H —todos, al unísono, se giran hacia la puerta de acceso, allí, el imponente robot permanece impertérrito.
Justo espera unos instantes antes de continuar, estudiando la expresión de sus compañeros.
—Gran 21H es un androide, fabricado en Granada y es el primer robot, en fase experimental, con capacidad de tomar decisiones. Nos apoyaremos en él al igual que nos apoyamos en la IA del Bluserpens. Él nos ayudará valorando las situaciones que se presenten, tanto hipotéticas como reales. —Justo parece divertirse con la situación. Las caras de sus compañeros mezclan la incredulidad con la sonrisa.
—La situación es grave, —Carmen decide intervenir contundentemente— y nosotros podemos ayudar a amortiguar la situación de nuestros amigos en tierra.
—¿Cómo? —Interrumpe Félix.
—A eso voy. —Replica la capitana— Ya que no nos es posible volver, el submarino sería destruido inmediatamente, el nuevo Centro de Mando nos pide ayuda y que les proveamos de comida, sus reservas no superarán los treinta días. Nuestro Bluserpens está preparado y adaptado para tratar y procesar grandes cantidades de comida.
—Disculpa Carmen, —educadamente, Félix interrumpe a la capitana—¿Comida?, ¿nosotros? Sólo has de mirar por el ventanal y verás…
—Tranquilo Félix. —Carmen anula la negatividad de Félix de forma inmediata—La comida no está aquí tan cerca. Marisa nos explicará sus teorías sobre los desplazamientos migratorios de los grandes bancos de peces y de los cambios que se han producido en los últimos quince años.

IV. ESPERANZA
Varios días de navegación entre paramos desolados hacen mella en la mente de todos. El desaliento comienza a manifestarse.
Carmen establece comunicación con Juana
—Hola Juana.
—Hola Carmen. —Juana sigue teniendo ese tono de voz que suena a derrota.
Nosotros estamos bien. Hemos emprendido la búsqueda de alimento. Aplicando las teorías de Marisa, deberemos encontrar grandes bancos de túnidos en cualquier momento. —La voz de Carmen languidece— Estoy con Justo y 21-H en el centro de control de la nave. Félix y Marisa descansan de su turno.
—Aquí seguimos con el asedio de los saqueadores y antimáquinas. El ejército los controla, por el momento, y la muralla creada alrededor de Santa Justa aguanta bien, el pasillo que comunica con el aeropuerto también. Ayer se infiltraron dos “desdentados” (así llamamos a los saqueadores) y fueron abatidos cerca de los hangares que almacenan la comida. Hemos empezado a racionar los alimentos de forma muy severa. Este es el parte de los últimos días.
—Aguantad, —dice Carmen con firmeza— os iremos informando de las novedades. Corto y cierro.
Justo y Carmen se miran. Durante unos segundos los pensamientos prevalecen ante el dialogo.
Justo rompe el silencio.
—Siento haberte metido en esto, Carmela.
—No seas tonto, —una mano de Carmen se posa en el hombro de Justo— si no llega a ser por ti y tu cacharro azul… todos estaríamos muertos —se separa de Justo y asevera —encontraremos esos bancos y… —La IA de la nave interrumpe la conversación.
—Capitana, los sensores detectan múltiples objetos orgánicos en movimiento. Forman un bloque homogéneo. En doce kilómetros, SO.
—¡Fantástico! Despierta a Félix y Marisa. Prepara una de las cápsulas para salida.
Las ppc hacen su trabajo y despiertan a Félix y Marisa.

V. COMIDA.
El lanzador expulsa la capsula con Marisa, 21-H y Justo. 21-H pilota con maestría la capsula, muy cercana al fondo y sin rozar ninguna planta. Sigilosamente se dirigen hacia, lo que ellos creen que es un banco de peces.
Marisa y Justo, hablan de la estrategia para capturar el mayor número de peces, pero son interrumpidos por una voz metálica desconocida hasta ese momento. 21-H habla por primera vez.
—Arrastrar las redes hacía un lugar determinado y hacer pasar por encima al banco es la mejor opción. —No hay emoción en las palabras del androide.
Tanto Justo como Marisa se quedan con la boca abierta. Justo es el primero en reaccionar.
—¿Y cómo manipulamos las redes una vez pasen por encima? —La cara de Justo es una caricatura —¿qué hago yo hablando con un robot?
—Extender las redes que tenemos en la bodega, camuflar una de las capsulas en el extremo de la red, el otro extremo sujeto al Bluserpens, cortar el paso al banco de peces con una red vertical sujeta a la otra capsula. Una vez los peces pasen por encima, la capsula camuflada realizará un giro invertido hacia el Bluserpens, los peces que escapen chocarán con la red vertical y muchos serán capturados. Mi solución es la mejor posible. —21-H termina su exposición.
Marisa lanza una pregunta al androide —Te falta un detalle, si yo me quedo en el Bluserpens con Félix, Justo pilota una de las capsulas, Carmen la otra, ¿cómo esperas atraer al banco de peces a la trampa? —Marisa no ha sido nada cuidadosa con la pregunta. Ni siquiera espera la respuesta del androide y continúa hablando con Justo. Vuelven a ser interrumpidos por el robot.
—Yo atraeré a los peces.

Justo y Marisa se miran sin dar crédito a lo que acaban de oír.